La escucha activa es una de las habilidades sociales más importantes. ¿Alguna vez has sentido que estabas hablando y no te estaban escuchando o las respuestas no tenían nada qué ver con lo que decías? ¿No te has sentido entendido?

La escucha activa no consiste sólo en escuchar a la otra persona, la escucha activa es la habilidad de entender el mensaje y captarlo con todo lo que hay detrás del contenido: pensamientos, sentimientos, emociones… Una persona que sabe escuchar activamente no se queda sólo con el mensaje, sino que sabe interpretar el lenguaje no verbal: gestos, silencios, tiempos, tono de voz, expresión facial… La persona empatiza con el interlocutor y esto es lo que le hace sentir bien.

Realizando una buena escucha favorecemos el proceso comunicativo. Sin embargo, ni todo el mundo sabe ni quiere, porque este tipo de escucha implica poner en marcha nuestras capacidades cognitivas, como la atención y concentración, y la empatía, que es la habilidad de ponerse en el lugar del otro, sin juzgarle previamente.

En conclusión, el proceso de escucha también es un proceso bidireccional, ya que aunque haya una persona que sea la que predominantemente habla, la persona que escucha le está dando un feedback. Este feedback puede estar compuesto por miradas, gestos, preguntas, ejemplos, etc; todo aquello que indique que se está escuchando y comprendiendo lo que se escucha, tanto a nivel de contenido como emocional.

De este modo, la conversación es más cercana y fluida y la persona se siente escuchada y comprendida, que es lo más importante del proceso comunicativo.

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